Goya atendido por el doctor Arrieta. 1820. |
Un año antes se había hecho con la propiedad de la casa que después llamarían La Quinta del Sordo. Un palacete a orillas del río Manzanares, frente a la pradera de San Isidro y junto al Puente de Segovia. Un remanso de paz a las, entonces, afueras de la Villa, donde vivir con su amante Leocadia Weiss lejos de miradas y lenguas.
Disposición de las Obras comunmente aceptada. |
Así es que durante la convalecencia el Maestro se dedicó a decorar las paredes de su nueva casa. Constaba de dos plantas y se dispuso a pintar en los huecos de pared que dejaban puertas y ventanas. La serie, a la que el Maestro no puso títulos, se realizó con la técnica del óleo al secco (directamente sobre el enlucido de yeso de la pared).
Sin seguir, aparentemente, un programa iconográfico, Goya realizó 14 Obras de distintos tamaños, y con temáticas, aparentemente también, variadas. Aparecen temas mitológicos con otros religiosos. Temas satíricos con populares. Obras que se asimilan con la muerte o con la vejez del hombre... Un batiburrillo que solo el propio Artista sería capaz de explicarnos. Hay infinidad de ensayos sesudos que tratan de desentrañar lo que Don Francisco quiso plasmar y, bueno, más adelante me permitiré tomar, de algunos de ellos, lo que a mi me parece más lógico o apropiado.
Lo que si parece claro es que el conjunto debió estar terminado antes de 1823, fecha en la que Goya se traslada a Burdeos. También es claro que el Maestro reutilizó pinturas que ya existían en los muros de la casa, y que se aprecia muy bien en, por ejemplo, Lucha a Garrotazos. Algunos autores incluso aventuran que las pinturas anteriores también fueron obra de él.
Sea como fuere, en 1823 Goya, Leocadia y los dos hijos de esta (uno de ellos de Goya) parten hacia Burdeos con un permiso especial de Fernando VII y una pensión ganada a pulso que el Maestro tuvo que pelear duro, pues su relación con el monarca no era la mejor. Puso entonces la casa a nombre de su nieto Mariano para evitar posibles expolios de los que aún le miraban como a un afrancesado.
Fotografía de J.Laurent del inventario de 1874. Aquelarre. |
No consta que Mariano llegara a vivir en ella, ni tampoco su padre Javier que pasó a ser el propietario en 1830. Sería en 1874 cuando la compra el banquero y barón francés Emile D¨Erlanger con la idea de derribarla y construir otra. Cual sería su sorpresa al encontrar en las paredes las inquietantes Obras. Encarga un inventario fotográfico, y al restaurador Salvador Martínez Cubells trasladarlas de revoco a lienzo, con la intención de venderlas en la Exposición Universal de 1878. Aproximadamente esos cuatro años le llevó a Salvador hacer el titánico trabajo, y para la inauguración de la Expo, las pinturas estaban listas en su nuevo soporte en París.
Pero claro, los gustos artísticos navegaban por otras aguas en esa época. El barón no consiguió vender ninguna porque, efectivamente, las pinturas eran demasiado negras para los gustos de los compradores y coleccionistas de finales del XIX. Tres años después y tras otros infructuosos intentos de venta, las regaló él mismo, al Museo del Prado. Nunca le agradecimos lo suficiente el detalle. Evidentemente la generosidad de este hombre nada tiene que ver con la que muestran los banqueros actualmente.
Y ahí están desde 1881, siendo una de las estrellas de la colección e inspiración para infinidad de artistas que vinieron a contemplarlas de todo el mundo. Los Expresionistas las amaron, los Surrealistas las tuvieron como referencia de cabecera. Picasso, Tápies, Gutierrez Solana, Barceló, Saura, y muchos más que me dejo, las citaron en algún momento o, directamente las homenajearon repintándolas.
A continuación y en dos post más, paso a descubriroslas. Un post por planta.
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