miércoles, 5 de octubre de 2011
El Disputado Voto Del Señor Cayo. M. Delibes.
Una novela que me ha dejado frío. Uno siempre se espera grandes cosas del Maestro Delibes, y no digo yo que esto no esté a la altura de otras obras de Don Miguel. Es solo que tras degustar Cinco horas con Mario, Las ratas, Camino o Los santos inocentes, "El disputado... no me ha gustado nada. Es una sátira a cuenta del choque entre el medio rural - el señor Cayo - y unos jóvenes e idealistas políticos, urbanitas por supuesto, que acuden al territorio del protagonista en busca de votos. Se desarrolla en los tiempos de las primeras elecciones democráticas en nuestro país, en la Castilla profunda.
Supongo que a Don Miguel no le hace falta desarrollar los personajes - ni siquiera al protagonista - ni articular una trama, ni tampoco esbozar minimamente un final coherente. Supongo que a Don Miguel en el año de publicación de la obra - 1978 - le llegaba con satirizar y enfrentar dos mundos tan diferentes como son la ciudad y el campo. Bien. Lógicamente el paso del tiempo hace estragos, y ahora por ejemplo, en cualquier pueblo perdido de España los lugareños se pueden conectar a internet, y dudo que la sabiduría ancestral del señor Cayo - genial por otra parte - se circunscriba solo a eso, a observar los vientos y los cantos de los pájaros para predecir tormentas.
Es algo obvio, por eso digo que la novela soporta mal el paso del tiempo y deja a los jóvenes políticos urbanitas y modernos - que fuman rubio y oyen a Pink Floyd - en antiguallas un poco snobs y algo carcas. Don Miguel hubiera solventado esto dando empaque a los personajes, que tampoco son tantos. Pero en fin, el gran Delibes la firmó y punto pelota, además si queréis material más consistente del Maestro vallisoletano, acudid a las obras que os recomiendo arriba.
Eso si, el verbo florido no hay quien se lo quite, y esto amigos, no es cuestión de modas ni del pasar del tiempo. Comprobadlo por vosotros mismos:
"Descendían por la trocha de uno en uno, entre ringleras de manzanos chamosos, el caserío arriba, en el cantil, y, abajo, en la hondonada, el río, las torrenteras rugientes, con un rumor sordo y cambiante como el del mar. Ya en la orilla, el señor Cayo caminó a paso rápido por la sirga hasta alcanzar un restaño."
Sencillamente genial... Salud!
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