miércoles, 2 de febrero de 2011

Ars Amandi. Ovidio.

Bajo tan sugestivo título nos encontramos un tratado del siglo I de nuestra era, referente a las conductas a seguir para todo aquel que quiera iniciarse en el difícil arte de la seducción... Nos encontramos también con el primer libro censurado de la Historia de la Literatura, o al menos de los primeros, y que le costó al autor nada menos que el destierro. No es que la obra sea pornográfica, para nada, ni que el texto sea explícito en materia sexual - aunque algunos pasajes, pocos, si lo sean-, que tampoco. La censura de Octavio Augusto entró de lleno porque el tema tratado chocaba frontalmente con una serie de normas dictadas por el Emperador y encaminadas a enderezar la maltrecha moral y el herido decoro que campaban a sus anchas en la Roma de principios de ese siglo I. Normas que, por otra parte, Octavio no observaba para sí mismo, faltaría más. Le molestaba sobremanera que en la vieja Roma se estuvieran perdiendo los valores familiares, pero pasaba por alto los escándalos de la propia familia imperial. En fin, cosas tan de hoy día como la propia temática del tratado de Ovidio.

El contenido "sorprenderá al lector por la asombrosa vigencia de sus enseñanzas", dice el prólogo... Hombre, tampoco conviene exagerar pues 20 siglos después, nuestra capacidad de sorpresa está bajo mínimos y, al fin y al cabo, tampoco la obra nos está revelando secretos sobre la fusión nuclear, quiero decir, que sobre el arte de amar tenemos información a manta sin movernos de casa. Lo que si destila el libro es un humor muy sutil, muy cercano, muy romano dijéramos, que es como decir muy nuestro. Ovidio es un maestro desgranando situaciones corrientes y algunos de sus consejos son tan inocentemente graciosos que al imaginarte al conquistador en tales lides, no tienes otro remedio que sonreir.


Sea como fuere el libro fue un bombazo en su época. Primero se publicaron dos partes encaminadas a aleccionar a los hombres y posteriormente una tercera para las mujeres. Esta última, según el propio Ovidio, a petición clamorosa de las féminas que se veían en inferioridad frente a sus partenaires, por no gozar de las armas de seducción, escritas por el poeta, ni en un capítulo siquiera. Quizás fuera ésta última parte la que colmó la paciencia del Emperador, pues es en la que más consejos escabrosos se dan, y en la que menos enfrenta el poeta las situaciones reales con las mitológicas. Ovidio era un erudito en Mitología como demostró en Las Metamorfosis y en esas dos primeras partes de Ars Amandi son las leyendas el mejor activo de toda la obra, para mi gusto por supuesto.



Obra amena y de lectura fácil, curiosa cuando menos, erudita a veces y divertida muchas más. La recomiendo porque la lectura de los clásicos siempre es recomendable y conviene alternarlos con cositas como este Arte de Amar menos sesudas y bastante más entretenidas. Salud!

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