miércoles, 15 de septiembre de 2010

Miquel Barcelo, cuadernos de Africa.

Mi última adquisición literaria es Cuadernos de Africa de Miquel Barceló. No debo ni quiero ocultar mi admiración por el genio mallorquín al que seguía desde hace tiempo, pero que tras la soberbia retrospectiva que le dedicó CaixaForum Madrid, mi entusiasmo por él alcanza cotas enormes. Devoro todo lo que cae en mis manos en forma de noticias, reportajes, videos, documentales y literatura con avidez, puesto que considero a este hombre el artista contemporáneo más grande a nivel mundial. Un poco exagerado, pensaréis, para nada digo yo. Está claro que cada uno tenemos nuestros genios de cabecera y de ahí es muy difícil que nos muevan, y más cuanto más profundizamos en la vida, obra y pensamientos de nuestro admirado. Barceló es de la generación anterior a la mía, pero nos separa un mundo. No solo porque el sea un genio 7 años mayor que yo, que también, sino porque tiene una visión del mundo que nos rodea que me deja estupefacto.
Barceló mantiene un taller estable en Africa, concretamente en Mali desde 1988, y son sus vivencias allí las que plasma en este libro. Es una especie de diario que nos acerca a un artista sorprendente, una persona sensible a veces, socarrona otras y un trabajador compulsivo, que no para de dibujar y pintar usando múltiples soportes, materiales, modelos y momentos del día y la noche africana. Es también un lector impenitente, por sus manos pasan libros que van desde Marco Aurelio a Bowles, de las biografías de artistas de Vasari a guías de viajes sobre Africa. A veces acude a la biblioteca de la ciudad próxima a su taller, y se lleva obras que "espero que no le falten más de 20 páginas", "aunque he releido algunas que ganaban con esas mutilaciones". Es también un gran viajero, recorre el pais Malí conduciendo sin carnet, visita a artistas locales, acude a fiestas tribales, come con chamanes y con jefes de tribus, y allá donde va la gente le adora. Pasa allí temporadas largas, pero esporádicamente vuelve a París o a España reclamado por la inauguración de alguna expo suya, o la presentación de algún trabajo reciente. Cuando vuelve, llega cargado de medicinas y de otras cosas que ayuden a sus "hermanos". Cómo aquel día que invitó a toda la aldea a gambas y caracoles a la borgoñesa. Su taller se encuentra en una grieta de un acantilado y se lo construyeron los aldeanos en medio de una gran fiesta.
A Miquel le gusta estar sólo, pero no siempre. Cuando está extenuado de pintar, (puede realizar 100 acuarelas en tres días) recibe a su hermano, su marchante, amigos españoles y franceses y a muchos amigos africanos, y se pega unas fiestas de escándalo en las que no falta la cocaina, la yerba africana y la koño, cerveza Malí de mijo. Pero no nos asustemos, estos diarios van de finales de los años 80 hasta mediados de los 90, es decir, todos eramos más jóvenes. En resumidas cuentas, es este un libro muy recomendable para los admiradores de la obra del genio de Felanitx, pues nos revela mucho de su personalidad, contada por él mismo. También lo recomendaría a mis amigos que no se hayan acercado aún a su obra, y descubrirán cómo vive, piensa y trabaja "el mayor genio contemporáneo". Para mí, claro.

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