miércoles, 28 de septiembre de 2011

El Friso Bethoven. Gustav Klimt.

Las Gorgonas.


Molto vivace. 9ª Sinfonía. Ludwig Van Beethoven. Herbert Von Karajan. Filarmónica de Berlín (1963).

La Secesión vienesa fue un movimiento artístico que formó parte, a su vez, de otro movimiento más amplio y variado, conocido hoy día como Modernismo.
La fundaron un grupo de artistas vieneses en 1897 y su primer presidente fue, precisamente Gustav Klimt.
Su proyecto de renovación artística trataba de reinterpretar los estilos del pasado, en contraposición a la avalancha de producción industrial que invadía todos los ámbitos, culturales y no, en ese final del siglo XIX.
El pabellón con la mítica frase: "A cada época su Arte, a cada Arte su libertad."

Pero saltaremos cinco años adelante para adentrarnos en lo que fue la XIV exposición del grupo.
Celebrada como las anteriores en el pabellón vienés creado para el grupo por Olbrich, se estructuró íntegramente en torno a la figura de Beetovhen. Por esos años se rendía, literalmente, culto al compositor, con homenajes de compañeros como Liszt y Wagner, biografías y esculturas heroicas.
Beethoven por Klinger.

Una de estas esculturas, de Klinger, constituye el punto central de la exposición. Los secesionistas ven al compositor como martir y redentor de la humanidad, y su obra como una gloria del amor.

El friso, pintado por Klimt directamente sobre la pared, y pensado para ser contemplado mientras se escucha en directo la novena Sinfonía, interpretada con instrumentos de viento de latón y madera, pretende ser más que una experiencia religiosa (si se me permite la tontería). Klimt articula el friso en la parte superior de tres paredes de la sala, y lo plantea como las fases del viaje de la Humanidad.


Viaje que empieza por el anhelo de la felicidad, representada por estas figuras suspendidas en el aire.

La niña de pie y la pareja arrodillada representan los sufrimientos de la Humanidad. Suplican al guerrero que está acompañado por la Compasión y la Ambición. Le hacen pensar y moverse a luchar por conseguir la Felicidad.

Lo que se encuentra en el viaje son las fuerzas hostiles: El gigante Tifeo y a la izquierda sus hijas, las tres Gorgonas. Tras ellas, La Enfermedad, La Locura y La Muerte. A la derecha del monstruo, La Lujuria, La Impudicia y La Desmesura. Replegada en si misma, La Desolación, y Las Ansias y Los Deseos de los hombres siguen detrás y se alejan volando por encima.

El anhelo de La Felicidad encuentra reposo en La Poesía.

El viaje termina y nos encontramos con las Artes, representadas por las cinco figuras femeninas, algunas de las cuales señalan al coro de Ángeles que nos conducen al reino ideal., el único en el que podemos encontrar Alegría, Felicidad y Amor Puro. Y al final, como mensaje de esperanza, un beso y un abrazo para el Mundo.

Una obra bella y compleja a la vez que suscitó la admiración de los visitantes. Admiración compartida hoy día pues desde 1986 es de nuevo visitable en el Pabellón vienés. Salud!!

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