viernes, 23 de septiembre de 2011

La Sombra Del Aguila. A. Pérez-Reverte

La portada.
Y para refrescarme un poco de mi anterior lectura, la Venus de Terenci, me embarqué en otra novela de la misma época y casi mismos protagonistas. Me la prestó mi amigo y camarada Ernesto al hilo de una conversación sobre el mayo de 1808, Murat y los enfants de la patrie.
Nada que ver, eso si, la novelita de Pérez-Reverte con el tocho de Mr. Moix, porque aunque las dos se basan en hechos reales, la del catalán se articula como una biografía y la del cartagenero como un pasatiempo escrito entre disparos de francotiradores. Y es que en 1993 cuando fue escrita La sombra del águila, el bueno de Arturo era corresponsal de guerra en Bosnia. Uno, que ya peina canas, recuerda perfectamente las conexiones a pie de conflicto que hacía el reportero, agachado esquivando la balancera.

Y lo llamo pasatiempo, que me perdone Arturo, porque no se puede estirar más un chicle en forma de anécdota real de un episodio acaecido en la campaña napoleónica en tierras rusas. Anécdota jugosa, eso sí, pues cuenta como un batallón francés formado por españoles, en plena batalla, decide pasarse al enemigo. Bonaparte que lo está viendo todo desde su posición privilegiada, interpreta lo contrario, es decir que sus españolitos se encamina a una acción heroica sin precedentes.
Le Petit Cabrón. J.L.David.

La historia hubiera servido como relato corto, de esos que luego se incluyen en una recopilación que titulan, pomposamente, Cuentos Escogidos, un suponer. El caso es que pese a su brevedad, se hace un poco larga, pues cuando llevas 20 páginas ya está destripada la trama, el nudo y el desenlace. Cosas de la editoriales, supongo. En el haber de Arturo colocar su dominio del vocabulario cañí, esas expresiones que tan ricamente coloca en sus posteriores obras cuarteleras y de batallas sanguinolentas y fangosas, aquí tienen su origen, superando en cantidad y calidad a cualquier cosa vista hasta entonces. Cosas como "listo de papeles", "alumbrar la sesera", "que el diablo reconozca a los suyos", son aquí recurso literario usado como metralleta y, en algunas ocasiones, expresiones demasiado modernas para los tiempos que se narran.

Entretenimiento sin pretensiones al fin, entremés de poca enjundia entre platos más gustosos, que el cocinero Pérez-Reverte nos tenía reservados para cuando abandonara su profesión de reportero de guerra y se dedicara ya de lleno a esto de la literatura. Hasta pronto!!

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