Teatro-Museo, Figueres. |
Lamado así porque en unos pocos kms., y formando un triángulo, se encuentran tres museos a la mayor gloria de Salvador Dalí. En Figueres, donde nació el genio ampurdanés, el Teatro Museo donde resposa el propio Dalí, la colección más importante daliniana y la sede de la Fundación Gala y S.Dalí. En Púbol, el Castillo-Museo que el genio regaló a su musa y donde reposa la propia Gala. Y en Port-Lligat las cabañas de pescadores y hoy, también Casa-Museo.
Ningun artista del siglo XX se vendió a sí mismo como lo hizo Dalí, si acaso Picasso, pero el malagueño, más que ofrecerse, era buscado. Dalí, cuando cruzaba los Pirineos, al llegar el invierno a España, era una maquina imparable de generar francos o dólares, dependiendo al país que se trasladara. Llevaba cómo equipaje un sinfin de obras destinadas a los mercados francés y norteamericano, realizadas y atesoradas en su estancia estival española, amén de los encargos que se había traido para hacer el año anterior. Dalí se alojaba en hoteles, tanto en Paris cómo en N.York, y de ellos no salía más que para hacer perfomances, pagadas por supuesto. En los hoteles seguía ganando dinero al cobrar por entrevistas, sesiones de fotos o clases de pintura. Parece ser que quién controlaba todo era Gala, y tenía además, fama de negociadora de hierro. Así que no es de extrañar que dejaran, antes de morir, planificados estos tres Museos, y montada una Fundación que explotara su inmenso legado, pues de todos es sabido que no tuvieron descendencia.
Ningun artista del siglo XX se vendió a sí mismo como lo hizo Dalí, si acaso Picasso, pero el malagueño, más que ofrecerse, era buscado. Dalí, cuando cruzaba los Pirineos, al llegar el invierno a España, era una maquina imparable de generar francos o dólares, dependiendo al país que se trasladara. Llevaba cómo equipaje un sinfin de obras destinadas a los mercados francés y norteamericano, realizadas y atesoradas en su estancia estival española, amén de los encargos que se había traido para hacer el año anterior. Dalí se alojaba en hoteles, tanto en Paris cómo en N.York, y de ellos no salía más que para hacer perfomances, pagadas por supuesto. En los hoteles seguía ganando dinero al cobrar por entrevistas, sesiones de fotos o clases de pintura. Parece ser que quién controlaba todo era Gala, y tenía además, fama de negociadora de hierro. Así que no es de extrañar que dejaran, antes de morir, planificados estos tres Museos, y montada una Fundación que explotara su inmenso legado, pues de todos es sabido que no tuvieron descendencia.
La cúpula de acero y cristal, el retrato tridimensional de Mae West, la tumba del genio y la Cámara del Tesoro, son las estrellas del Museo. Cuando estés frente a alguno de ellos, y notes la llegada de un autocar de turistas, refúgiate, pues el empuje de los "orcos de Mordor" puede ser peligroso.
Dormitorio Casa-Museo. Port Lligat. |
De la cúpula decía Dalí que era el centro del universo. El retrato de Mae West es espectacular aunque tendrás que hacer cola. La Cámara del Tesoro es una sala que contiene las obras que más le gustaban, y la tumba, bajo el escenario, lugar de peregrinaje para los muy seguidores, como yo. La colección de joyería es fantástica, diseños personalísimos para firmas como Cartier. La colección de otros pintores que la pareja atesoró, incluye obras de El Greco, Duchamp, Fortuny entre otros. Los montajes, como el del Cadillac lluvioso harán las delicias de grandes y pequeños. Porque eso es otro punto a favor del Museo: Los niños se divierten y les gusta éste universo del "pintor loco".
Dejamos Figueres y nos desplazamos a Púbol, a unos cuantos kms. se encuentra esta pequeña villa medieval, coronada por el castillo que Dalí regaló a su Reina. Fué la última morada del genio, y el sitio que, recuerdo perfectamente, nos ofreció las últimas imágenes de un Dalí ya decrépito. En aquella habitación donde se produjo el incendio del que ya no se recuperaría. Con un jardín delicioso, un estanque, el coche clásico en el garage cómo preparado para llevar a la pareja de una casa a otra, sus ventanas medievales con vidrieras oníricas, sus aposentos de ensueño y la colección de trajes de fiesta de Gala, preciosos, pequeñitos y firmados por los grandes diseñadores de la época( y de siempre)
Se nota que el Castillo era su vivienda más privada, a la que acudían cuando querían estar sólos, alejados de Port Lligat y su bullicio de visitas, no en vano las cabañas de pescadores del bello pueblecito costero, eran el lugar de celebración de las famosas fiestas de la pareja. La terraza orientalizante con vistas a la silenciosa campiña ampurdanesa es una declaración de intenciones del uso que se daba al Castillo.
Y por último Port Lligat. Cercano a Cadaqués, el otro gran punto daliniano que, con el tiempo, quizás convierta el triángulo en cuadrado. Dalí se enamoró de esa pequeña cala en cuanto la vió, y compró una primera cabaña que después aumentó comprando otras a sus vecinos. Al estar encaramadas en un pequeño acantilado, dieron a la vivienda un aspecto laberíntico. Unidas por pasillos abovedados, túneles encalados y escaleras estrechas y empinadas, la Casa de Port-Lligat es un delirio del que te enamoras a primera vista. Otra birguería más de Salvador, que demuestra aquí sus dotes de arquitecto, diseñador, paisajista y decorador. Las estrellas de la casa son: la piscina, inspirada en los juegos de agua de la Alhambra, la habitación redonda donde, al parecer, Gala recibía a sus amantes, el vestidor de Gala, decorado por ella misma a base de fotografías antiguas, y el dormitorio de la pareja, a dos alturas y con el suelo enmoquetado de esparto. Y, por supuesto el taller, pequeño, austero y con un ingenioso sistema para bajar las telas de grandes dimensiones al sótano, donde después eran preparadas para servir a los clientes. Un espacio éste agobiante, a dos o tres alturas, muy iluminado y al que sólo podía entrar el pintor. No consta que Dalí tuviera nunca ayudantes, si acaso algún artista local desconocido, que acudía a la llamada del maestro, puntualmente, para enfondar alguna tela y poco más.
Cada Museo posee una tienda de recuerdos, abarrotadas de género y público, de los que es imposible escapar sin adquirir algo del "Universo Dalí". En general, las reproducciones, joyas y libros son caros, aunque siempre puedes escapar con alguna postal de la obra que más te gustó. La Fundación controla todo éste merchandising, y muy bien por cierto, incluyendo las entradas, caritas, pero claro hablamos de Museos de titularidad privada, al fin y al cabo. A pesar de esto último, os merecerá la pena, no lo olvidaréis en mucho tiempo, y os aseguro que saldréis de éste triángulo con más ganas de Dalí. No os sorprendáis por ello, al fin y al cabo Salvador Dalí i Domenech y Gala, sabían cómo nadie vender su producto.
Y por último Port Lligat. Cercano a Cadaqués, el otro gran punto daliniano que, con el tiempo, quizás convierta el triángulo en cuadrado. Dalí se enamoró de esa pequeña cala en cuanto la vió, y compró una primera cabaña que después aumentó comprando otras a sus vecinos. Al estar encaramadas en un pequeño acantilado, dieron a la vivienda un aspecto laberíntico. Unidas por pasillos abovedados, túneles encalados y escaleras estrechas y empinadas, la Casa de Port-Lligat es un delirio del que te enamoras a primera vista. Otra birguería más de Salvador, que demuestra aquí sus dotes de arquitecto, diseñador, paisajista y decorador. Las estrellas de la casa son: la piscina, inspirada en los juegos de agua de la Alhambra, la habitación redonda donde, al parecer, Gala recibía a sus amantes, el vestidor de Gala, decorado por ella misma a base de fotografías antiguas, y el dormitorio de la pareja, a dos alturas y con el suelo enmoquetado de esparto. Y, por supuesto el taller, pequeño, austero y con un ingenioso sistema para bajar las telas de grandes dimensiones al sótano, donde después eran preparadas para servir a los clientes. Un espacio éste agobiante, a dos o tres alturas, muy iluminado y al que sólo podía entrar el pintor. No consta que Dalí tuviera nunca ayudantes, si acaso algún artista local desconocido, que acudía a la llamada del maestro, puntualmente, para enfondar alguna tela y poco más.
Cada Museo posee una tienda de recuerdos, abarrotadas de género y público, de los que es imposible escapar sin adquirir algo del "Universo Dalí". En general, las reproducciones, joyas y libros son caros, aunque siempre puedes escapar con alguna postal de la obra que más te gustó. La Fundación controla todo éste merchandising, y muy bien por cierto, incluyendo las entradas, caritas, pero claro hablamos de Museos de titularidad privada, al fin y al cabo. A pesar de esto último, os merecerá la pena, no lo olvidaréis en mucho tiempo, y os aseguro que saldréis de éste triángulo con más ganas de Dalí. No os sorprendáis por ello, al fin y al cabo Salvador Dalí i Domenech y Gala, sabían cómo nadie vender su producto.
Fuente del Castillo-Museo, Púbol. |
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