martes, 5 de octubre de 2010

Girona y Temps de Flors.


Panorámica de las casas sobre el rio Onyar
 Este post versará sobre la ciudad de Girona y su fiesta más emblemática. Pero tendrá un poco de trampa, a saber: no será de un viaje, sino de dos. Dos visitas consecutivas en años correlativos y en la misma fecha: mediados de mayo. Así es que os mezclaré los acontecimientos, lugares visitados, etc... sin que haga falta que sepáis si fué en el primer o segundo viaje. No será necesario, perdería mucho espacio, creedme. Sólo aclararos que el primer viaje fué de fin de curso con la clase de Arte, y el segundo con mi familia y unos amigos. Tanto me gustó!!
Vaya por delante que la ciudad de Girona merece per se una visita sin que sea Temps de Flors. Su casco antiguo, medieval, es de los mejor conservados de nuestro pais. A la altura de los de Toledo, Segovia, Avila y alguno más que me dejaré. Cuenta con una judería, el Call, preciosa, con museo y gran actividad, pues es fundadora de la Asociación de Juderías de España. Más atrás en el tiempo, posee varios templos románicos señeros en Cataluña, con esa sobria belleza, desprovista de artificios, verdaderamente conmovedores. La Catedral, ejemplo de varios estilos arquitectónicos. Comenzada en el románico y terminada 700 años después con la fachada principal barroca. Su claustro es magnífico, románico, y su Tesoro fabuloso, con el Tapiz de la Creación, del siglo XI, único.                                                                                      Lo normal es acceder a la plazuela de la Catedral por la calle principal del Call, entonces contemplaréis una vista espectacular: una escalinata monumental con la fachada principal, barroca, arriba. Os quedaréis sin palabras, lo que perseguían los arquitectos barrocos con esa puesta en escena tan teatral. Los Baños Arabes, que en realidad no lo son, porque sobre unos baños romanos, se construyó el edificio románico, se imitó el modelo árabe y lo que ahora contemplamos es la reconstrucción del siglo XIII.                                  Las murallas, se conserva un gran tramo y en muy buen estado. Se puede pasear y merece la pena, pues las vistas del casco antiguo nos ofrecen otra perspectiva diferente. Si las tomáis desde el parque de detrás de la Catedral, desembocaréis en el Refugio Antiaéreo, una cueva gigante de hormigón que pone los pelos de punta. Iluminada cómo cuando se utilizaba, en la guerra civil, es un poco desasosegante, pero clarificadora. Al fin y al cabo esa madriguera salvó muchas vidas.                                                                              Los Museos, son varios y muy buenos: El de la Catedral ya mencionado, a su lado el de Arte ubicado en el Palacio Episcopal, el de Arqueología en la iglesia románica de San Pere de Galligants, el de Historia de la Ciudad, el de Historia de los Judíos y el de Cine, una grata sorpresa, por lo completo, divertido y educativo que es. Ocupa un edifico entero, al otro lado del rio Onyar y fuera del casco viejo. No os lo perdáis, sobre todo si váis con niños.                                                                                                                           La ciudad tiene más atractivos, aparte de los monumentales, como son contemplar las fachadas de las casas de colores sobre el rio Onyar, típica estampa, o besar el culo de la leona de piedra que garantiza la vuelta a la ciudad. Todo el casco viejo está salpicado de tiendecitas de artesanía, ropa, antiguedades, librerías de las más bonitas que he visto, bares y restaurantes.                                                              Y que es Temps de Flors? Pues una fiesta que se celebra la tercera semana de Mayo, desde 1955 y que llena la ciudad y sus monumentos de flores. Son montajes clásicos o modernos, proyectos paisajísticos universitarios o propuestas de estudios de arquitectura, delirios personales del dueño de una casa o atrevimientos monumentales del Ayuntamiento. Un gozar de los sentidos, una sorpresa a cada paso. Se abren patios de casas particulares, los museos y monumentos, casi todos gratuitos esos días, se engalan para sorprender al viajero, que no dá crédito al ver el maridaje entre el narciso y la aceituna, el cactus y la cera. Arte floral con mayúsculas, resaltado por la belleza de la piedra de la ciudad y viceversa. Nunca ví una manifestación tan original para embellecer una ciudad, ya de por sí bellísima.

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