"Llora si quieres, llora, no te de vergüenza que te sentirás mejor..." Me decía el sanitario de la ambulancia que me atendió a pie de accidente. Tremendo porrazo el que me dio un chavalín con su León negro aquella mañana en la carretera de Toledo. Iba yo tan tranquilo camino de la tienda de Torrejón, cuando de pronto, buuummm! todo se volvió del revés. Los papeles volaban, las gafas volaban y el tiempo volaba mientras me sentía como un test dummie dentro de mi coche. No recuerdo mucho más, salir por mi pie y encontrar esa especie de zona cero alrededor. Los vehículos humeantes, los cristales bajo los pies, el ulular de ambulancias, motos policiales y grúas, y las miradas escrutadoras-morbosas de los ocupantes de los coches que iban pasando por el único carril operativo de la autovía.
Es una obviedad decir que es una sensación odiosa. Todo lo aprendido en la auto-escuela para estas situaciones no vale de nada... Bueno, si, una cosa: quítate de enmendio y ponte a cubierto tras los guarda raíles. Pero esto no hace falta leerlo en un libro. El protocolo de actuación se vuelve confuso, vas a ver a los otros heridos, vuelves a mirar tu coche, no te lo crees, preguntas que ha pasado, esta ceja cómo duele joder, buscas el teléfono, el cuello y la espalda, de nuevo mi coche y el autor de la tropelía llora que te llora. Odioso, de verdad. Y todo esto teniendo en cuenta que los heridos salen por su pie. No quiero pensar en la situación en la que la cosa es más grave. Suerte es la palabra que mas he escuchado. Tiene cojones! Con un ojo a la funerala, una contractura de cervicales y el coche siniestro total... he tenido suerte!!... pues vale... yo vivía requetebién con mi maldita mala suerte.
Y eso que no soy nuevo en estos apocalipsis. Ya de niño tuve dos accidentes con vueltas de campana, sendos Renault 5 y 7 de los que salí intacto, por aquello de que "los niños son de goma", y ya mas mayorcito con mi Vespino sufrí rotura de clavícula cuando un anciano peatón me atropelló (no os riáis que es la verdad, así lo dictaminó el juez). Este es el primer percance serio que tengo desde que soy conductor, y aunque la culpa no es mía, válgame Dios, me empiezo a plantear seriamente el significado de la palabra SUERTE. Ya sé que conducir es una profesión de riesgo y que no estás exento por muy prudente que tú seas, pero la Autoridades deberían mirar más detenidamente a quién conceden permiso para conducir. Poner una máquina de 200 caballos en mano de descerebrados nos cuesta dineros y, lo que es peor, vidas.
No quiero que esto se entienda en plan prohibiciones ni nada por el estilo. Sólo digo que un crío de 18 años no creo que esté preparado para llevar coches tan potentes, independientemente de cómo tenga amueblada la cabeza, y que no estaría mal que iniciara su aprendizaje de conducir, con coches más tranquilos. Confieso que estas cosas me las planteo ahora que me ha tocado a mí la china, pero las Autoridades llevan lidiando con accidentes de éste tipo desde hace tiempo, por favor. Y lo dejo en este punto porque me está empezando a doler la espalda de lo largo que me está saliendo este post. Viva la suerte!!!
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